Después de reflexionar un poco acerca de uno de los pecados más comunes pero a la vez más dañinos en los seres humanos, que no escapa ni a los que asistimos a las iglesias (las mismas que están llenas de personas así), he decidido escribir estas líneas: LA ENVIDIA.
Enferma y hace sufrir a la persona que padece de ella cuando ve que sólo otras personas son bendecidas.
Ciega a la persona para que no vea sus propias bendiciones por mirar las ajenas.
La envidia deja vacía a la persona, la amarga y por ella hace que se rompan los lazos de amor con Dios y el prójimo.
Ella se oculta fácilmente detrás de una apariencia religiosa y de humildad. A menudo hace sufrir en silencio a la persona, hasta que no puede más haciéndola explotar.
Por ella a través de la historia se han cometido muchos asesinatos, el más grande de todos el de Jesucristo (Yahshúa), ejecutado por la élite poderosa y corrupta de su época.
Al final, LA ENVIDIA envuelve a la persona, la gobierna y por último la conduce hacia la muerte irremediablemente.
La única medicina para este mal es permitir que Dios nos llene de Su Amor, porque...
"El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;” (1 Corintios 13:4 ).
Que Dios nos libre de caer en las garras de semejante mal y nos bendiga a todos.