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Cada uno de su buena voluntad

lunes, 10 de noviembre de 2014

«Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.» Romanos 5.8.

Un spot publicitario relacionado al acoso y maltrato sexual contra la mujer dice así:

"A LA FUERZA ¡NADA!"

Y, aunque me pareció un tanto gracioso y feminista, he llegado a la conclusión que eso también aplica a los seguidores de Cristo.

La Iglesia, en su afán por cumplir con el Gran Mandamiento encomendado por nuestro Señor (como debe ser), de ir por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura, a menudo comete errores, sí, uno de ellos al tratar de presionar a las personas para que acepten a Cristo como su Señor y Salvador Personal, cuando en realidad las personas no desean hacerlo, posiblemente porque no sea su tiempo.

Al insistir, les presionamos; y esto viene a ser un error frecuente en el trabajo evangelizador. La Biblia dice que todo tiene su tiempo, y que nadie debe venir a Jesús a la fuerza, presionado o por obligación, sino por amor.

Hay personas que asisten a la iglesia en busca de una respuesta a la necesidad de su alma, otras por cortesía, otras por curiosidad, y otras, porque simplemente quieren quitarse de encima al servidor de la iglesia que por mucho tiempo les ha invitado y no deja de insistir, y francamente, ya se sienten hartas e incómodas, y no encuentran la manera amable de decirles "no gracias", por eso llegan.

Conozco Iglesias que, mientras el pastor hace el llamado, los servidores están instruidos para acercarse a los invitados y preguntarles si desean aceptar a Cristo; y eso, aunque está bien, en ocasiones éstos insisten tanto que llegan a incomodar a los invitados; quienes una vez terminado el servicio no desean regresar, y con justa razón.

Si bien es cierto que todas las personas deberían recibir a Cristo como Su Señor y Salvador Personal cuando se les invita a hacerlo, no debemos olvidar que todo lo que Dios hace lo hace por amor, y nos bendice a diario con ellas abundantemente y sin reproche. Pues esa es Su Naturaleza, Su Esencia: AMOR; y nos lo demostró en la cruz.

Por eso Él no quiere seguidores a la fuerza, ni por obligación, ni por interés. Si no es por amor, mejor nada. Así lo dijo:

«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.» Lc 9.23

Pero nótese cómo dijo: «Si alguno quiere venir»; como diciendo: "por cuanto mi camino no es camino de fiestas ni de rosas no estoy obligando a nadie; cada uno es libre de tomar su propia decisión. Pero si alguien se decide, sepa que con cada paso deberá estar dispuesto a sufrir."

El Señor dejó muy en claro que, seguirlo requiere constante negación y sacrificio. No obstante, todos los seres humanos estamos en igualdad de oportunidad para tomar esa decisión, nadie puede argumentar desventaja.

Y, aunque esa no parece una oferta muy atractiva, sino una invitación a sufrir (algo muy contrario a lo que toda persona desea), es la carrera más noble que jamás una persona puede tomar en la vida; porque, aunque difícil, es la que más satisfacciones trae al alma de una persona que ama a Jesús; y tiene promesa para esta vida y la otra.

El principio explicado anteriormente también se aplica a la generosidad. La Palabra nos dice que, Dios se complace y bendice a quienes dan con alegría de corazón, no murmurando ni por obligación o necesidad (2 Co 9.7); sinceramente creo que es bueno saberlo, porque si no te gozas al dar, sólo sentirás tristeza. Dar murmurando, eso no agrada a nadie, y menos al Señor.

Por eso, cuando de seguir y servir al Señor se trata, El Señor no obliga a nadie; ni desea que lo sigan a la fuerza porque Él es un Dios de amor. Él no da murmurando; nos muestra Su Amor a todos cada día y sin reproche (Stg 1.5). Dio Su vida en favor nuestro por amor, sin vacilaciones ni cuestionamientos.

Desde mi experiencia personal puedo decir con toda franqueza, que es un camino de luchas y pruebas, uno en que nuestras pasiones y deseos se ven desafiados constantemente por las tentaciones y tropiezos de este mundo; pero también, es un camino muy hermoso, porque El Señor mismo siempre está a nuestro lado para ayudarnos en cada dificultad, sólo tenemos que tener una sincera disposición de fidelidad a Él.

El Señor premia el esfuerzo de Sus Hijos, y les puedo decir: se cosechan muchas bendiciones.

Cristo, aunque no lo decía abiertamente cuando hacía el llamado, porque no deseaba que la decisión de los hombres se basara únicamente en el interés o bienestar terreno (Mt 8.18-22), también dio a entender que, tras la perseverancia de Sus Fieles habrían gloriosas recompensas, de las cuales encontramos a lo largo de todas Las Escrituras.

Sigamos, pues, sin desmayar, porque El Señor es fiel a Su Palabra, y dijo que siempre estaría a nuestro lado, aún, hasta el fin del mundo:

«Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.

Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.» Mateo 28.18-20.

Que Dios te bendiga.