Tomado del correo electrónico.
Que pasen un lindo día!
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Para triunfar en la vida, hay que hacer triunfar a los demás. Una actitud de parte nuestra puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte; para ilustrar este pensamiento traigo a continuación dos historias que tomé del correo electrónico, por lo valioso de su contenido.
Historia I:
Un niño entró a la sala de emergencia del hospital tras haber sido atropellado.
El motorista que lo auxilió, al solicitarle que efectuara el depósito necesario para atender al niño, informó que en ese momento no tenía efectivo o cheque que pudiera dejar en garantía; pero que si el hospital aceptaba, efectuaría el depósito a primera hora de la mañana.
La enfermera, ante la imposibilidad de ordenar que el niño fuera atendido, fue a consultar el caso con uno de los directores del hospital, que justamente esa noche estaba de turno.
El doctor se negó a dar la orden de atenderlo, hecho que condujo a la muerte del niño en estado de gravedad.
Momentos después, cuando el médico fue llamado para firmar el deceso del niño, descubre que éste era su hijo, quien pudo haberse salvado si hubiese sido atendido. Imagine usted la cara que puso el doctor al darse cuenta de ello.
Historia II:
Antonio, un padre de familia, cierto día cuando regresaba del trabajo, se encontró con un embotellamiento de tránsito infernal y notó que un señor conducía apresuradamente, cortándole el paso a todo el que podía al tratar de abrirse paso entre los vehículos.
Cuando se aproximó al carro de Antonio, se le atravesó de una manera tan brusca que por poco ocurre una colisión. En ese momento, Antonio tuvo deseos de insultarlo e impedirle el paso, pero luego pensó: - ¡El pobre está tan nervioso y apurado!... ¡Sabrá Dios si tiene un problema serio y necesita llegar cuanto antes a su destino!
Con estos pensamientos, detuvo por completo su auto y lo dejó pasar. Al llegar a casa, Antonio recibió la noticia de que su hijo de tres años había sufrido un grave accidente, y había sido llevado al hospital por su esposa.
Inmediatamente se dirigió al hospital; al llegar, su esposa corrió a sus brazos y lo tranquilizó diciéndole: - Gracias a Dios todo está bien. El médico llegó justo a tiempo para salvar la vida de nuestro hijo; ya está fuera de peligro.
Aliviado, Antonio pidió hablar con el médico para agradecerle. Cuál sería su sorpresa cuando vio que el médico era ese señor nervioso y apurado a quien le había cedido el paso casi una hora antes.
Enseñanza:
Debemos estar siempre dispuestos a ayudar al prójimo, independientemente de su apariencia o condición económica.
Procuremos ver a los demás más allá de las apariencias. Imaginemos que, detrás de esa actitud que no entiende, existe una historia, un motivo que puede llevar a esa persona a actuar de una manera determinada; quizá a veces no sea un motivo justificable pero... Siempre hay un motivo.
Historia I:
Un niño entró a la sala de emergencia del hospital tras haber sido atropellado.
El motorista que lo auxilió, al solicitarle que efectuara el depósito necesario para atender al niño, informó que en ese momento no tenía efectivo o cheque que pudiera dejar en garantía; pero que si el hospital aceptaba, efectuaría el depósito a primera hora de la mañana.
La enfermera, ante la imposibilidad de ordenar que el niño fuera atendido, fue a consultar el caso con uno de los directores del hospital, que justamente esa noche estaba de turno.
El doctor se negó a dar la orden de atenderlo, hecho que condujo a la muerte del niño en estado de gravedad.
Momentos después, cuando el médico fue llamado para firmar el deceso del niño, descubre que éste era su hijo, quien pudo haberse salvado si hubiese sido atendido. Imagine usted la cara que puso el doctor al darse cuenta de ello.
Historia II:
Antonio, un padre de familia, cierto día cuando regresaba del trabajo, se encontró con un embotellamiento de tránsito infernal y notó que un señor conducía apresuradamente, cortándole el paso a todo el que podía al tratar de abrirse paso entre los vehículos.
Cuando se aproximó al carro de Antonio, se le atravesó de una manera tan brusca que por poco ocurre una colisión. En ese momento, Antonio tuvo deseos de insultarlo e impedirle el paso, pero luego pensó: - ¡El pobre está tan nervioso y apurado!... ¡Sabrá Dios si tiene un problema serio y necesita llegar cuanto antes a su destino!
Con estos pensamientos, detuvo por completo su auto y lo dejó pasar. Al llegar a casa, Antonio recibió la noticia de que su hijo de tres años había sufrido un grave accidente, y había sido llevado al hospital por su esposa.
Inmediatamente se dirigió al hospital; al llegar, su esposa corrió a sus brazos y lo tranquilizó diciéndole: - Gracias a Dios todo está bien. El médico llegó justo a tiempo para salvar la vida de nuestro hijo; ya está fuera de peligro.
Aliviado, Antonio pidió hablar con el médico para agradecerle. Cuál sería su sorpresa cuando vio que el médico era ese señor nervioso y apurado a quien le había cedido el paso casi una hora antes.
Enseñanza:
Debemos estar siempre dispuestos a ayudar al prójimo, independientemente de su apariencia o condición económica.
Procuremos ver a los demás más allá de las apariencias. Imaginemos que, detrás de esa actitud que no entiende, existe una historia, un motivo que puede llevar a esa persona a actuar de una manera determinada; quizá a veces no sea un motivo justificable pero... Siempre hay un motivo.
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